martes, 21 de julio de 2015

Reflexión: La dicha de tener a sus padres vivos - Escrito por Carlos Fuentes

Nadie puede dejar de leer esto .... Sobre todo si tienen

"Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se
acumulan y se
superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se
convierte en el padre de su padre".
Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera
dentro
de la niebla. Lento, lento, impreciso. Es cuando uno de los padres que
te tomó
con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo. Es
cuando
el padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos
veces antes
de levantarse de su lugar. Es cuando el padre, que en otro tiempo había
mandado y
ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la
ventana
- todo corredor ahora está lejos. Es cuando uno de los padres antes
dispuesto y
trabajador fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda tomar sus
medicamentos.
Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos
responsables
de esa vida. Aquella vida que nos engendró depende de nuestra vida para
morir en
paz. Todo hijo es el padre de la muerte de su padre. Tal vez la vejez
del padre y de la
madre es curiosamente el último embarazo. Nuestra última enseñanza. Una
oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por
décadas.
Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando
tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la
distribución de los
muebles para nuestros padres. La primera transformación ocurre en el
cuarto de
baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una
barra
en la regadera. La barra es emblemática. La barra es simbólica. La barra
es inaugurar
el "destemplamiento de las aguas". Porque la ducha, simple y
refrescante, ahora es
una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores. No podemos
dejarlos
ningún momento. La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas
por las
paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas.
Envejecer es
caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir
escaleras sin escalones.
Seremos extraños en nuestra propia casa. Observaremos cada detalle con
miedo y
desconocimiento, con duda y preocupación. Seremos arquitectos,
diseñadores, ingenieros
frustrados. ¿Cómo no previmos que nuestros padres se enfermarían y
necesitarían de nosotros?
Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de caracol.
Lamentaremos todos
los obstáculos y la alfombra. Feliz el hijo que es el padre de su padre
antes de su muerte, y
pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco
cada día. Mi amigo
Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el
hospital, la enfermera
hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de
cambiar las sábanas
cuando Joe gritó desde su asiento: Deja que te ayude. Reunió fuerzas y
tomó por primera
vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho.
Acomodó en sus
hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil,
tembloroso.
Se quedó abrazándolo por. un buen tiempo, el tiempo equivalente a su
infancia, el tiempo
equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable.
Meciendo a su padre
de un lado al otro. Acariciando a su padre. Calmando él a su padre. Y
decía en voz baja:

- ¡Estoy aquí, estoy aquí, papá! "Lo que un padre quiere oír al final de
su vida es que su hijo está ahí".

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Largo... hondo... reflexivo.
Ojala puedan compartirlo a sus familias. Una necesaria .

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