lunes, 4 de julio de 2016

Carta de Albert Einstein a su hija

A finales de los años 80, Lieserl, la hija del célebre genio, donó 1.400
cartas escritas por Einstein a la Universidad Hebrea, con la orden de no
hacer público su contenido hasta dos décadas después de su muerte.

Esta es una de ellas… a Lieserl Einstein.

Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y
lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también
chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo.

Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario,
años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para
acoger lo que te explico a continuación.

Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la
ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que
incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de
cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido
identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR.

Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo
olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.

El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es
gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras.
El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite
que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y
desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.

Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta
es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez
porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que
el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.

Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi
ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la energía
para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por
la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el
amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.

Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas
del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos
alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie
sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos
salvar el mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la
única y la última respuesta.

Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un
artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y
la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en
su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía
espera ser liberada.

Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida
Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y
todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.

Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi
corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea
demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo,
necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última
respuesta!".

Tu padre: Albert Einstein

jueves, 30 de junio de 2016

Origen de expresiones venezolanas

Dame la cola:
En las batallas de independencia, no había suficientes caballos para que
todos los soldados montaran uno. Así, muchos tenían que cubrir grandes
distancias a pie. Por eso, cuando les tocaba subir una pendiente, le
solicitaban al soldado que iba a caballo, mula o burro: Dame la cola, en
otras palabras, dame permiso para agarrarme de la cola del animal para
subir con menos esfuerzo. Se quedó para siempre "Dame la cola".

Corotos:
Antonio Guzmán Blanco, tres veces presidente de Venezuela tuvo una
educación con fuerte influencia francesa. Fue diplomático acreditado en
París. En su estancia allí, su mujer se aficionó por las pinturas del
pintor francés, Jean Baptiste Corot, teniendo una respetable colección, de
la cual no se separaba. Cuando vivían en Caracas, cada vez que se mudaban
de casa, cosa que hicieron con alguna frecuencia, le indicaba a los
empleados que embalaban los enseres: Tengan mucho cuidado con los "Corots".

Macundales:
Para abrir picas, en el proceso de exploración de la industria de los
hidrocarburos en Venezuela, se utilizaron unos machetes ingleses de marca
Mc and Dale. Los trabajadores, cada día, a la hora de terminar la faena,
decían: llegó la hora de recoger los Macundales.

Échale pichón:
Cuando se le pide un esfuerzo adicional a alguien para desarrollar una
tarea que requiere esfuerzo se le dice "échale pichón". En la época en la
que no había acueductos ni sistemas de distribución de agua, ésta se
extraía con bombas manuales que tenían una palanca que decía "Push On", que
derivó en pichón. Échale pichón era: Dale a la bomba.

Espitao:
Esmollejao. Corriendo muy rápido. Se origina a partir de las palabras
Speed Out, que en inglés quiere decir correr mucho.

El hijo de la panadera:
En abril de 1769, la Corona Española del territorio colonizado, hoy
Venezuela, recibió una inusual protesta, pues no estaban de acuerdo con
el nombramiento de un joven blanco como Oficial de las Milicias,
esgrimiendo como argumento la dudosa reputación de éste, porque su madre
tenía por oficio el de panadera en Caracas. De allí se ha quedado el
refrán. ¿A mi no me van a dar nada? Ni que yo fuera el hijo de la panadera.
...Y EL HIJO DE LA PANADERA ERA NADA MENOS QUE FRANCISCO DE MIRANDA...


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miércoles, 29 de junio de 2016

Reflexión: Ser agradecidos

"Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se
acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el
hijo se convierte en el padre de su padre". Es cuando el padre se hace
mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla. Lento,
lento, impreciso. Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la
mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo. Es cuando el padre, una
vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de
levantarse de su lugar. Es cuando el padre, que en otro tiempo había
mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la
puerta y la ventana - todo corredor ahora está lejos. Es cuando uno de los
padres antes dispuesto y trabajador fracasa en ponerse su propia ropa y no
recuerda tomar sus medicamentos. Y nosotros, como hijos, no haremos otra
cosa sino aceptar que somos responsables de esa vida. Aquella vida que nos
engendró depende de nuestra vida para morir en paz. Todo hijo es el padre
de la muerte de su padre. Tal vez la vejez del padre y de la madre es
curiosamente el último embarazo. Nuestra última enseñanza. Una oportunidad
para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por décadas. Y así
como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas
de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los
muebles para nuestros padres. La primera transformación ocurre en el cuarto
de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una
barra en la regadera. La barra es emblemática. La barra es simbólica. La
barra es inaugurar el "destemplamiento de las aguas". Porque la ducha,
simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de
nuestros protectores. No podemos dejarlos ningún momento. La casa de quien
cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos
se extenderán en forma de barandillas. Envejecer es caminar sosteniéndose
de los objetos, envejecer es incluso subir escaleras sin escalones. Seremos
extraños en nuestra propia casa. Observaremos cada detalle con miedo y
desconocimiento, con duda y preocupación. Seremos arquitectos, diseñadores,
ingenieros frustrados. ¿Cómo no previmos que nuestros padres se enfermarían
y necesitarían de nosotros? Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y
la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos y la alfombra.
Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del
hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día. Mi
amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el
hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la
camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento:
Deja que te ayude. Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su
regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros
a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso.
Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su
infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un
tiempo interminable. Meciendo a su padre de un lado al otro. Acariciando a
su padre. Calmando él a su padre. Y decía en voz baja:
- ¡Estoy aquí, estoy aquí, papá! "Lo que un padre quiere oír al final de su
vida es que su hijo está ahí".

Largo... hondo... reflexivo. Ojalá puedan compartirlo a sus familias.

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