martes, 26 de marzo de 2019

Cuento: Acólito después de Misa y los volantes

"Un niño se quitó su ropa de acólito después de Misa, se puso su ropa
para el frío y le dijo al padre:

'OK, padrecito, ¡estoy listo.'

El sacerdote le dijo: '¿Listo para qué?'

'Padre, es hora de salir a repartir nuestros volantes.'

El sacerdote le respondió: 'Hijo, hace mucho frío y además está
lloviznando.'

El niño miró sorprendido al sacerdote y le dijo: 'Pero Padrecito la
gente necesitan saber de Dios aún en los días lluviosos.'

El sacerdote contestó: 'Hijo yo no voy a salir con este tiempo.'

Con cierta ansiedad, el acólito dijo: 'Padre, ¿puedo ir yo solo? ¿Por
favor?'

El sacerdote dudó un momento y luego le dijo: 'Está bien, puedes ir.
Aquí tienes los volantes; pero ten cuidado.'

'¡Gracias padrecito!'

Acto seguido, el acólito salió a la lluvia. El niño de 11 años recorrió
todas las calles del pueblo, repartiendo los volantes a las personas que
veía.

Después de 2 horas de caminar con frío bajo la lluvia y con su último
volante, se detuvo en una esquina esperando ver a alguien a quien darle
el último volante, pero las calles estaban totalmente desiertas.
Entonces se dirigió a la primera casa que vio, caminó hasta la puerta
del frente, tocó el timbre varias veces y esperó, pero nadie salió.

Finalmente, el niño giró para irse, pero algo lo detuvo. El niño volteó
nuevamente hacia la puerta y empezó a tocar el timbre y a golpear la
puerta fuertemente con los nudillos. Él seguía esperando; algo lo
mantenía ahí frente a la puerta. Tocó nuevamente el timbre y esta vez la
puerta se abrió suavemente.

Una señora con una mirada muy triste asomó en el umbral y suavemente le
preguntó:

'¿Qué puedo hacer por ti, hijo?'

Con unos ojos radiantes y una sonrisa que le cortaba las palabras, el
niño dijo:

'Señora, lo siento si la molesté, pero sólo quiero decirle que "DIOS
REALMENTE LA AMA" y vine para darle mi último volante que habla sobre
DIOS y SU GRAN AMOR.

El niño le dio el volante y se marchó.

Ella sólo le dijo:

'¡Gracias, hijo, y que DIOS te bendiga!'

El siguiente domingo por la mañana, el sacerdote estaba en el púlpito y
antes de comenzar la misa preguntó:

'¿Alguien tiene un testimonio o una anécdota que quiera compartir con
nosotros?'

Suavemente, en la fila de atrás de la iglesia, una señora mayor se puso
de pie. Cuando empezó a hablar, una mirada radiante y gloriosa brotaba
de sus ojos:

'Nadie en esta iglesia me conoce. Nunca había estado aquí; incluso el
domingo pasado aún no creía en Dios.'

'Mi esposo murió hace poco tiempo y me dejó totalmente sola en este
mundo. El domingo pasado fue un día particularmente frío y lluvioso, y
también lo fue en mi corazón. Ese día llegué al final del camino; ya que
no tenía esperanza alguna ni ganas de vivir.'

'Entonces, tomé una silla y una soga y subí hasta el ático de mi casa.
Subida en la silla, amarré y aseguré bien un extremo de la soga a una de
las vigas del techo y luego y puse el otro extremo alrededor de mi cuello.'

'Parada en la silla, tan sola y con el corazón destrozado, estaba a
punto de tirarme cuando de repente escuché el timbre de la puerta sonar
con insistencia.'

'Entonces me dije: "Esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá".
Esperé y esperé, pero el timbre de la puerta sonaba cada vez con más
insistente, y luego la persona empezó a golpear la puerta con fuerza.'

'Entonces me pregunté, "¿QUIÉN PODRÁ SER?" ¡Jamás alguien toca mi puerta
o viene a verme!'

'Me quité la soga del cuello y bajé hasta la puerta, mientras el timbre
seguía sonando cada vez con mayor insistencia.'

'Cuando abrí la puerta no podía creer lo que veían mis ojos: frente a mi
puerta estaba el niño más radiante y angelical que jamás hubiera visto.'

'Su sonrisa, ohhh, ¡nunca podré describirla! Las palabras que salieron
de su boca hicieron que mi corazón, muerto hace tanto tiempo, volviera a
la vida, cuando me dijo con voz de querubín: "Señora, sólo quiero
decirle que DIOS realmente la ama".'

'Cuando aquel angelito desapareció en el frío y la lluvia , cerré mi
puerta y leí cada palabra del volante.'

'Entonces subí al ático para bajar la silla y la soga. Ya no las
necesitaría más. Como ven, ahora soy una hija feliz del Señor.'

'Como la dirección de la iglesia venía anotada en la parte de atrás del
volante, hoy vine personalmente a decirle GRACIAS a ese pequeño ÁNGEL DE
DIOS que llegó justo a tiempo y, de hecho, a rescatar mi vida de una
eternidad en el infierno.'

En la iglesia, todos los asistentes lloraban.

El sacerdote bajó del púlpito hasta la primera banca del frente donde
estaba sentado su acólito, lo tomó en sus brazos y lloró.

Probablemente la iglesia no volvió a tener un momento más glorioso.

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