martes, 5 de septiembre de 2017

CUANDO LOS PADRES NOS QUEDAMOS HUERFANOS (Autor desconocido)

Hay un período cuando los padres quedamos huérfanos de nuestros hijos. Es
que los niños crecen independientemente de nosotros, como árboles
murmurantes y pájaros imprudentes. Crecen sin pedir permiso a la vida.
Crecen con una estridencia alegre y, a veces, con alardeada arrogancia.
Pero no crecen todos los días, crecen de repente.
Un día se sientan cerca de ti y con una naturalidad increíble te dicen
cualquier cosa que te indica que esa criatura de pañales, ¡ya creció!
¿Cuándo creció que no lo percibiste? ¿Dónde quedaron las fiestas
infantiles, el juego en la arena, los cumpleaños con payasos?
El niño crece en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil.
Ahora estas allí, en la puerta de la discoteca esperando no sólo que no
crezca, sino que aparezca. Allí están muchos padres al volante esperando
que salgan. Y allí están nuestros hijos, entre hamburguesas y gaseosas. Con
el uniforme de su generación y sus incómodas y pesadas mochilas en los
hombros. Allá estamos nosotros, con los cabellos canos. Y esos son nuestros
hijos, los que amamos a pesar de los golpes de los vientos, de las escasas
cosechas de paz, de las malas noticias y la dictadura de las horas. Ellos
crecieron amaestrados, observando y aprendiendo con nuestros errores y
nuestros aciertos. Principalmente con los errores que esperamos no se repitan.
Hay un periodo en que los padres vamos quedando huérfanos de los hijos. Ya
no los buscaremos más en las puertas de las discotecas y del cine. Pasó el
tiempo del piano, el fútbol, el ballet, la natación. Salieron del asiento
de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas.
Deberíamos haber ido más junto a su cama, al anochecer, para oír su alma
respirando conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia,
y a los adolescentes, cubrecamas de aquellas piezas con calcomanías,
afiches, agendas coloridas y discos ensordecedores. Pero crecieron sin que
agotáramos con ellos todo nuestro afecto. Al principio fueron al campo, la
playa, navidades, pascuas, piscinas y amigos. Sí, había peleas en el auto
por la ventana, los pedidos de la música de moda. Después llegó el tiempo
en que viajar con los padres comenzó a ser un esfuerzo, un sufrimiento, no
podían dejar a sus amigos y primeros enamorados.
Quedamos los padres exiliados de los hijos. Teníamos la soledad que siempre
deseamos, y nos llegó el momento en que sólo miramos de lejos, oramos mucho
(en ese momento se nos había olvidado) para que escojan bien en la búsqueda
de la felicidad y conquisten el mundo del modo menos complejo posible.
El secreto es esperar. En cualquier momento nos darán nietos. El nieto es
la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos.
Por eso, los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable
cariño. Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto.
Así es. Los seres humanos sólo aprendemos a ser hijos después de ser
padres; sólo aprendemos a ser padres después de ser abuelos. En fin,
pareciera que sólo aprendemos a vivir después de que la vida se nos va
pasando...Pero la verdad es que amamos profundamente a nuestros hijos y
nietos.! Dios los bendiga por siempre.!! 😘👍

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