Jacobo llama desde Tel Aviv a su hijo Samuel que emigró a Nueva York y le
dice: - Lamento arruinarte el día hijo, pero tengo que informarte que tu
madre y yo nos estamos divorciando, CINCUENTA años de sufrimiento es
suficiente. - Papi, ¿de qué estás hablando? ¡Y justo antes de las fiestas
DE BODAS DE ORO! -grita el hijo. - No podemos soportar seguir viéndonos, le
contesta el padre. Estamos hartos el uno del otro, y estoy cansado del
tema, así que es mejor que tú llames a tu hermana Anna en Chicago y a tu
hermano David en Bruselas para contarles. Y corta el teléfono. Desesperado,
Samuel llama primero a su hermana quien explota en el teléfono: - ¿CÓMO?
¿Cómo que se están divorciando? Se han vuelto locos esos viejos tontos.
¡Yo me voy a hacer cargo del asunto! No puede ser que ahora me toque esa
carga. Inmediatamente la hija llama a David en Bruselas y le explica la
situación, luego al padre y le dice: - Ustedes NO se divorcian! NO WAY,
¿me entendiste? NO hagan nada hasta que yo llegue. Ahora mismo acabo de
llamar a mis hermanos y vamos los tres con ustedes. Hasta entonces no
hagan nada!!! ¿ESCUCHASTE BIEN? El padre deja el teléfono, mira a su esposa
y le dice: - Muy bien Rebeca, todo salió perfecto... Los tres vienen para
las fiestas DE BODAS DE ORO y se pagan ellos mismos los pasajes.
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