"Bendecir significa desear y querer incondicionalmente, totalmente y sin reserva alguna el bien ilimitado – para los demás y para los acontecimientos de la vida -, haciéndolo aflorar de las fuentes más profundas y más íntimas de su ser. Esto significa venerar y considerar con total admiración lo que es siempre un don del Creador, sean cuales fueren las apariencias. Quien sea afectado por su bendición es un ser privilegiado, consagrado, entero.
Bendecir significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo.
"Bendecirlo todo, bendecir a todos, sin discriminación alguna, es la forma suprema del don, porque aquellos a los que bendicen nunca sabrán de dónde vino aquel rayo de sol que rasgó de pronto las nubes de su cielo, y ustedes raras veces serán testigos de esa luz que ha iluminado su vida.
"Cuando en su jornada surja algún suceso inesperado que los desconcierte y eche por tierra sus planes, exploten en bendiciones, porque entonces la vida está a punto de enseñarles una lección, aunque su copa pueda parecerles amarga. Porque ese acontecimiento que creen tan indeseable, les sirve para aprender la lección que se les escaparía si vacilaran a la hora de bendecirlo. Las pruebas son otras tantas bendiciones ocultas. Y legiones de ángeles siguen sus huellas.
"Bendecir significa reconocer una belleza omnipresente, oculta a los ojos materiales. Es activar la ley universal de la atracción que, desde el fondo del universo, traerá a su vida exactamente lo que necesitan en el momento presente para crecer, avanzar y llenar la copa de su gozo.
"Al despertar, bendigan su día, porque está ya desbordando de una abundancia de bienes que sus bendiciones harán aparecer. Porque bendecir significa reconocer el bien infinito que forma parte integrante de la trama misma del Universo. Ese bien lo único que espera es una señal suya para poder manifestarse.
"Al cruzar con la gente por la calle, en el autobús, en su lugar de trabajo, bendigan a todos. La paz de su bendición será la compañera de su camino. Bendigan a los que los encuentren, derramen la bendición sobre su salud, su trabajo, su alegría, su relación con Dios, con ellos mismos y con los demás. Bendíganlos en sus bienes y en sus recursos. Bendíganlos de todas las formas imaginables, porque esas bendiciones no sólo esparcen las semillas de la curación, sino que algún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de su propia vida.
"Mientras pasean, bendigan su aldea o su ciudad, bendigan a los que la gobiernan y a sus educadores, a sus enfermeras y a sus barrenderos, a sus sacerdotes y a sus prostitutas. Bendíganlos totalmente, sinceramente, gozosamente, porque esas bendiciones son un escudo que los protege en caso de que algunos de ellos estén obrando incorrectamente.
"Cuando pasen por delante de una cárcel, derramen la bendición sobre sus habitantes, sobre su inocencia y su libertad, sobre su bondad, sobre la pureza de su esencia íntima, sobre su perdón incondicional. Porque sólo se puede ser prisionero de la imagen que uno tiene de sí mismo, y un hombre libre puede andar sin cadenas por el patio de una prisión, lo mismo que los ciudadanos de un país libre pueden ser reclusos cuando el miedo se acurruca en su pensamiento.
"Es imposible bendecir y juzgar al mismo tiempo. Mantengan en sí mismos, por tanto, ese deseo de bendecir como una incesante resonancia interior y como una perpetua plegaria silenciosa, porque de ese modo serán de esas personas que son artesanos de la paz, y un día descubrirán por todas partes el rostro mismo de Dios.
"Posdata: Y por encima de todo, no olvides de bendecir a esa persona maravillosa, absolutamente bella en su verdadera naturaleza y tan digna de amor, que eres tú".
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