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domingo, 7 de mayo de 2017

Chiste: El vendedor y el dolor de cabeza

Teodoro tenía mucho éxito en su carrera, no tenía problemas económicos y era muy querido por sus amigos. Sin embargo, con el tiempo empezó a sufrir dolores de cabeza, ligeros al principio, pero que fueron aumentando de intensidad hasta llegar a ser insoportables.

Cuando su salud, su trabajo y su vida amorosa empezaron a ser afectados por este problema, Teodoro se decidió a consultar con un médico.

El especialista lo examinó, realizó varios análisis, le tomó radiografías, muestras de sangre, de heces, de orina, y por fin le dijo:

-Le tengo una noticia buena y una mala. La buena es que puedo curarle sus dolores de cabeza. La mala es que para hacerlo tendré que castrarlo. Usted sufre una condición rara en la que sus testículos oprimen la base de su columna vertebral, y eso es lo que le causa

dolores de cabeza. La única manera de remediarlo es removiendo sus testículos.

Teodoro quedó anonadado y deprimido, pero sus jaquecas empeoraban día a día, y presa de la deseperación decidió someterse a la operación. Al salir del hopital, el dolor de cabeza había desaparecido por completo, pero se sentía abatido y desanimado, como si le faltara una parte de sí mismo (obviamente).

Caminando por un parque, se puso a reflexionar, y decidió que, puesto que se sentía como una nueva persona, empezaría su vida de nuevo, disfrutándola a cada momento. Animado, pasó frente a una sastrería.

Éso es lo que necesito para empezar: un traje nuevo.

Así que entró en la tienda y le dijo al vendedor que necesitaba un traje nuevo.

El vendedor lo observó por un momento y dijo:

-Muy bien, es talla 44.

-¡Exacto! ¿Cómo lo supo?

-Es mi trabajo -repuso el vendedor.

Teodoro se probó el traje, y le quedó perfectamente. Mientras se observaba en el espejo, el vendedor le dijo:

-¿Qué le parecería una camisa nueva?

Teodoro lo pensó por un momento, y respondió:

-Claro, ¿por qué no?

-Veamos, necesita una 34 de mangas y dieciséis de cuello.

-¡Exacto! ¿Cómo lo supo?

-Es mi trabajo -repitió el vendedor.

Teodoro se probó la camisa, que le quedó muy bien. Mientras se miraba en el espejo, el vendedor le dijo:

-Le convendría tener también zapatos nuevos.

Teodoro estaba cada vez más animado.

-Por supuesto -dijo.

El vendedor le hechó un vistazo a los pies de Teodoro.

-Deben ser de talla siete y medio.

Teodoro estaba asombrado.

-Exacto! ¿Cómo lo supo?

-Es mi trabajo -respondió el vendedor.

Mientras Teodoro admiraba sus zapatos nuevos, el vendedor le preguntó:

-¿Desearía también ropa interior nueva?

Teodoro lo pensó por un segundo, pensó en la operación que acababa de sufrir, y dijo:

-De acuerdo.

-Muy bien, debe ser calzoncillo de talla treinta y seis.

Teodoro se rió:

-No, amigo, se equivoca. He usado talla treinta desde los dieciocho años.

El vendedor negó con la cabeza.

-No es posible que use treinta. Le presionaría los testículos contra la base de la columna vertebral y le producirían un terrible dolor de cabeza.

martes, 14 de junio de 2011

Chiste: El dolor de bolas

Juan no tenía problemas y era feliz. Un día empezó a sufrir dolores de cabeza, ligeros al principio, pero que fueron aumentando hasta llegar a ser insoportables.
Cuando su trabajo y su vida empezaron a ser afectados por este problema, Juan se decidió a ir al médico.
El especialista lo examinó, realizó radiografías, muestras de sangre, de heces, de orina, y por fin le dijo:
-Le tengo una noticia buena y una mala. La buena es que puedo curarle sus dolores de cabeza. La mala es que para hacerlo tendré que castrarlo. Usted sufre una rara situación en la que sus testículos oprimen la base de su columna vertebral, y eso le causa dolores de cabeza. La única manera de remediarlo es extirpar sus testículos.
Juan quedó deprimido, pero sus jaquecas empeoraban y desesperado decidió someterse a la operación. Al salir del hospital, el dolor de cabeza había desaparecido por completo, pero se sentía abatido y desanimado, como si le faltara una parte de sí mismo (obviamente).
-Lo que necesito es un traje nuevo- se dijo
Así que entró en la tienda y pidió un traje.
El vendedor lo observó por un momento y dijo:
-Muy bien, talla 44.
-¡Exacto! ¿Cómo lo supo?.
-Es mi trabajo -repuso el vendedor-.
Juan se probó el traje, que le quedó perfectamente.
Mientras se observaba en el espejo, el vendedor le dijo:
-¿Qué le parece una camisa nueva?
Juan respondió:
-Pues, ¿por qué no?
-Veamos, ha de ser un 34 de mangas y dieciséis de cuello.
- ¿Cómo lo supo?
-Es mi trabajo -repitió el vendedor-.
Juan se puso la camisa y mientras se veía en el espejo, el vendedor le dijo:
-¿Unos zapatos nuevos?
-Por supuesto -dijo-.
El vendedor echó un vistazo a los pies de Juan.
-Un 42
-¡Exacto! ¿Cómo lo supo?
- Es mi trabajo -respondió el vendedor-
Mientras Juan admiraba sus zapatos nuevos, el vendedor le preguntó:
-¿Qué le parece si se lleva también unos calzoncillos nuevos?
Juan por un segundo pensó en la operación que acababa de sufrir, y dijo:
-¡Buena idea!
-Debe ser calzoncillo de talla 36 -dijo el vendedor
Juan se rió:
-No, se equivoca. He usado talla 34 desde los dieciocho años.
El vendedor negó con la cabeza: -No es posible que use la 34; el calzoncillo estaría demasiado apretado, le presionaría las bolas contra la base de la columna y tendría todo el día un tremendo dolor de cabeza...