miércoles, 10 de agosto de 2011

Chiste: La nadadora

Un hombre conoció  una linda mujer y decidió casarse con ella inmediatamente.

Ella le dice: "Pero no sabemos nada uno del otro!"
El respondió: "No hay problema, nos conoceremos con el tiempo."

Se casaron y fueron a pasar la luna de miel en un lujoso hotel.

Cierta mañana, estaban ambos recostados junto a la piscina, cuando el se levanto, subió al trampolín de 10 metros , realizo una perfecta demostración de todos los saltos que existen y regreso junto a la esposa.

Ella le dice: "Eso fue increíble!"
"Fui campeón olímpico de saltos artísticos.
Te dije que nos conoceríamos con el tiempo."- respondió el.

En eso, ella se levanta, entra en la piscina y comienza a nadar, ida y vuelta con impresionante velocidad.

Después de 30 vueltas, sale y se va a recostar junto al marido, sin demostrar ningún cansancio.

El dice: Estoy sorprendido!, ¿fuiste nadadora olímpica?

No, contesta ella, fui puta en Venecia y atendía a domicilio.

 

lunes, 8 de agosto de 2011

Historia. Como La Inflación Acabo Con el Imperio Romano. Se aplica perfectamente a nuestros días

Existe la creencia comúnmente aceptada que carga las culpas de la caída del Imperio Romano sobre las tribus germánicas, que, bárbaras, harapientas e iletradas como eran, tomaron al asalto una sociedad refinada, culta y próspera.

Pero una de Las verdaderas causas del fin de Roma como Imperio y, lo que es más importante, como civilización no fueron los bárbaros, si no los propios emperadores romanos, que dinamitaron su propio mundo aplicando recetas económicas que hoy nos resultan muy familiares.En el invierno del año 211, el emperador Septimio Severo se encontraba en la provincia de Britania peleándose con los pictos. Entonces se puso malo y se murió; pero antes reunió a sus dos hijos, Caracalla y Geta, junto a su lecho de muerte y les dio un último consejo para gobernar el inmenso imperio que les legaba: “Vivid en armonía, enriqueced al ejército, ignorad lo demás”. Caracalla prometió cumplirlos, pero pronto se olvidó del primero de los preceptos y liquidó a su hermano para poder mandar él solito.Con Caracalla empieza la decadencia de Roma. Haciendo caso a su padre, subió un 50% la paga de los soldados y se metió en nuevas guerras. Para financiar la cosa dobló los impuestos sobre las herencias. Pero no fue suficiente, por lo que decidió devaluar la moneda: así, de paso, se podía permitir caprichos como las faraónicas termas que llevan su nombre, y cuya sala principal es más grande que el San Pedro del Vaticano.

En el siglo III no existían el papel moneda ni la máquina de imprimir billetes, así que las devaluaciones atacaban directamente al metal. Lo que se hacía era malear el metal noble mezclándolo con otros menos valiosos. El objetivo de los gobernantes que así malgobernaban era acuñar y gastar más. Caracalla pensaba que si quitaba un poquito de plata a las monedas nadie lo notaría, y él podría multiplicar a placer el dinero existente. Se trataba, en definitiva, de algo bueno para todos.

La moneda romana era el denario –de aquí viene nuestra palabra dinero–, y en origen era de plata pura. En tiempos de Augusto, el primer emperador, cada denario estaba compuesto en un 95% por plata y en un 5% por otros metales, como el bronce. Un siglo más tarde, con Trajano, el porcentaje de plata era del 85%. Ochenta años más tarde, Marco Aurelio volvió a depreciar el denario, que ya sólo tenía un 75% de plata. El denario, pues, se había devaluado un 20% en dos siglos. Algo más o menos tolerable. Caracalla, muy necesitado de efectivo para sus gastos, devaluó el denario hasta dejarlo con sólo un 50% de plata; es decir, lo devaluó un 25% en un solo año.

El áureo –de oro, lógicamente– también perdió valor por imperativo legal. Durante el reinado de Augusto, de cada libra de oro salían unas cuarenta monedas. Caracalla estiró la libra hasta sacar unas cincuenta monedas, que, naturalmente, mantenían el valor nominal; pero no el real.

Con tanto experimento monetario y sin que el emperador lo previese, los precios se dispararon. Caracalla se perdió la fiesta: estando de campaña en Asia , fue apuñalado por uno de sus guardias mientras meaba al borde de un camino. Una muerte muy propia para uno de los mayores sinvergüenzas de la Historia.

Los que le sucedieron no hicieron sino empeorar las cosas. Casi todos los emperadores del siglo III fueron militares, y casi todos llegaron al poder mediante sangrientos cuartelazos. Un dato que lo dice todo: sólo uno de ellos, Hostiliano, que reinó seis meses en 251, murió en la cama por causas naturales; el resto cayó a manos de sus guardias o en el campo de batalla –por lo general contra sus sucesores–. A este periodo los historiadores lo llaman “la crisis del siglo III”. En rigor, deberían hablar del fin de la civilización romana, porque a partir de ahí el mundo romano sería mucho más parecido al medieval que al clásico.

Durante ese siglo el denario no dejó de devaluarse; hasta que acabó convertido en un pedazo de bronce bañado en plata que pasaba raudo de mano en mano. Y es que la moneda mala, como dice la copla, de mano en mano va y ninguno se la queda. En cuanto al áureo, prácticamente desapareció de la circulación, y cuando aparecía era fino y maleado. La inflación superó el 1.000%, y eso con los fragmentados datos de los que disponemos: probablemente, en ciertos momentos y lugares fue mucho mayor.

Al caos político y económico del siglo III le sucedió el ajuste de Diocleciano, que, ya sin poder recurrir a la devaluación, machacó a impuestos a los habitantes del Imperio y ensayó una reforma monetaria. La reforma fracasó, y su edicto de precios máximos fue totalmente ignorado por la gente, que, en menos de un siglo, había pasado de tener en sus bolsillos denarios de plata a manejar los llamados follis, pedacitos de bronce muy abundantes y sin apenas valor. Los romanos se habían empobrecido fenomenalmente en sólo unas décadas por culpa de su Gobierno; y con ellos el comercio, la industria y la agricultura del Imperio.

La semilla del Estado omnipotente, siempre necesitado de fondos para sobrevivir, había arraigado. El emperador Constantino suprimió el áureo y puso en circulación una nueva moneda de oro, el sólido, muy depreciada con respecto a su antecesor. Un áureo de los antiguos valía, por su cantidad de metal precioso, dos sólidos. La moneda de plata, encanallada hasta la náusea, desapareció del mapa.

Constantino consiguió la cantidad de oro necesaria para la reforma confiscándoselo a las ricas ciudades orientales y a los templos paganos, ya en retirada tras la conversión del emperador al cristianismo. Para financiar el funcionamiento del Estado se inventó nuevos impuestos, que habían de abonarse sólo en oro, única forma de pago, por lo demás, que aceptaban los mercenarios extranjeros que servían en el ejército. Bárbaros les llamaban, aunque, a decir verdad, bárbaros serían pero no tontos, cuando sólo estaban dispuestos a jugarse la vida por dinero de verdad.

El oro se convirtió en un refugio para quien podía conseguirlo, es decir, los militares y los altos funcionarios imperiales. El resto de la población había de conformarse con el bronce de los follis y el cobre del dinero informal, acuñado de manera ilegal y que hacía las veces de dinero de bolsillo. La antaño próspera clase de pequeños propietarios y comerciantes, base misma de la grandeza romana, se arruinó sin remedio. Se produjo entonces una concentración de tierras en manos de unos pocos terratenientes, que empleaban en ellas a los hijos o nietos de antiguos campesinos libres depauperados por la inflación y los crecientes impuestos imperiales. La era feudal acababa de comenzar.

El Imperio Romano de los siglos IV y V vivió, literalmente, de saquear a sus súbditos. Los gastos imperiales crecieron porque sólo se podía sobrevivir a la sombra del Estado. El ejército duplicó sus efectivos, pero no sirvió de nada, porque los reyes germanos fueron, a partir del año 400, fundando reinos con el beneplácito de los orgullosos ciudadanos romanos.

Durante casi dos siglos, el Estado romano fue una onerosa máquina burocrática que tenía el solo objetivo de sobrevivir y perpetuarse. Pero ni eso consiguió. Cuando el flujo de oro se secó, porque ya no quedaba un solo contribuyente a quien dar la vuelta y sacudir, Roma colapsó y se esfumó de la Historia, dejando tal caos que Occidente no volvería a ser Occidente hasta mil años después.

Politica: La economia en socialismo. Ejemplo

Parece claro el resultado final. Así que todos, todos, a trabajar para el decente progreso de la sociedad. A trabajar, todos. Pascual S. I.
 
Este es un viejo correo que vuelve a pasar por aquí, utilizando un ardid matemático, pone de nuevo en evidencia, uno de los problemas fundamentales de los sistemas que pretenden distribuir bienestar sin producirlo….pero más grave aún es cuando enseñamos a unos a que tienen derecho a recibir beneficios sin participar de la producción…

OJO: que no olvidemos que el sistema justo, debe ofrecer a todos iguales oportunidades para aprender a participar equitativamente de la producción de lo que necesitamos y esa si sigue siendo la labor que tenemos pendiente con todos nuestros hermanos….
              Algo tan sencillo como tomarse una caña con los amigos puede darnos toda una lección de vida. No se pierda la siguiente reflexión sobre el sistema tributario español...

Todos los días 10 hombres se reúnen en un bar para charlar y beber cerveza. La cuenta total de los diez hombres es de 100€.
Acuerdan pagarla de la manera proporcional en que se pagan los impuestos en la sociedad de un país, con lo que la cosa sería más o menos así,  según la escala de riqueza e ingresos de cada uno:
·      Los primeros 4 hombres (los más pobres) no pagan nada.
·      El 5º paga 1€.
·      El 6º paga 3€.
·      El 7º paga 7€.
·      El 8º paga 12€.
·      El 9º paga 18€.
·      El 10º (el más rico) paga 59€.
 
A partir de entonces, todos se divertían y mantenían este acuerdo entre ellos, hasta que, un día, el dueño del bar les metió en un problema:
“Ya que ustedes son tan buenos clientes,” les dijo, “ Les voy a reducir el costo de sus cervezas diarias en 20€. Los tragos desde ahora costarán 80€.”
El grupo, sin embargo, planteó seguir pagando la cuenta en la misma proporción que lo hacían antes.
Los cuatro primeros siguieron bebiendo gratis; la rebaja no les afectaba en absoluto.
¿Pero qué pasaba con los otros seis bebedores, los que realmente abonan la cuenta? ¿Cómo debían repartir los 20€ de rebaja de manera que cada
uno recibiese una porción justa?
Calcularon que los 20€ divididos en 6 eran 3,33€, pero, si restaban eso de la porción de cada uno, entonces el 5º y 6º hombre estarían cobrando para beber, ya que el 5º pagaba antes 1€ y el 6º 3€. Entonces el barman sugirió una fórmula en función de la riqueza de cada uno, y procedió a calcular la cantidad que cada uno debería pagar.
·      El 5º bebedor, lo mismo que los cuatro primeros, no pagaría nada: (100% de ahorro).
·      El 6º pagaría ahora 2€ en lugar de 3€: (ahorro 33% )
·      El 7º pagaría 5€ en lugar de 7€: (ahorro 28% ).
·      El 8º pagaría 9€ en lugar de 12€: (ahorro 25% ).
·      El 9º pagaría 14€ en lugar de 18€: (ahorro 22% ).
·      El 10º pagaría 49€ en lugar de 59€:(ahorro 16% ).
 
Cada uno de los seis pagadores estaba ahora en una situación mejor que antes: los primeros cuatros bebedores seguían bebiendo gratis y el quinto también.
 
Pero, una vez fuera del bar, comenzaron a comparar lo que estaban ahorrando.
“Yo sólo recibí 1€ de los 20 ahorrados ,” dijo el 6º hombre y señaló al 10º bebedor, diciendo “ Pero él recibió 9€”
“Sí, es correcto ,” dijo el 5º hombre. “ Yo también sólo ahorré 1€; es injusto que él reciba nueve veces más que yo.”
“Es verdad ”, exclamó el 7º hombre. “¿ Por qué recibe él 9€ de rebaja cuando yo recibo sólo 2€? ¡Los ricos siempre reciben los mayores beneficios!”
“¡Un momento !”, gritaron los cuatro primeros al mismo tiempo. “¡ Nosotros no hemos recibido nada de nada. El sistema explota a los pobres!”
Los nueve hombres rodearon al 10º y le dieron una paliza.
La noche siguiente el 10º hombre no acudió a beber, de modo que los nueve se sentaron y bebieron sus cervezas sin él. Pero a la hora de pagar la cuenta descubrieron algo inquietante:  Entre todos ellos no juntaban el dinero para pagar ni siquiera LA MITAD de la cuenta.
Y así es, amigos y amigas, periodistas y profesores universitarios, gremialistas y asalariados, profesionales y gente de la calle, la manera en que funciona el sistema de impuestos. La gente que paga los  impuestos más altos son los que se benefician más de una reducción de impuestos. Póngales impuestos muy altos, atáquenlos por ser ricos, y lo más probable es que no aparezcan nunca más. De hecho, es casi seguro que comenzarán a beber en algún bar en el extranjero donde la atmósfera es algo más amigable.
 
Moraleja: “ El problema con el socialismo es que uno termina quedándose sin el dinero de la otra gente”.  
  Ya lo dijo Margaret Tatcher:
    "El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero.... de los demas"
Para quienes comprenden, no es necesaria una explicación.